Este año la tripulación del Tramendu habíamos programado la temporada de regatas para llegar en las mejores condiciones al Trofeo Conde de Godó. Varias velas nuevas, entrenos, trabajos de puesta a punto y calendario de regatas pensando en el Godó. El barco tenía velocidad y la tripulación estaba animada, creíamos tener posibilidades de hacer un buen papel.
Una situación inesperada
Por fin llegaron las fechas de la regata, el primer día salimos del puerto con tiempo para acabar de ajustar la mayor nueva. El viento soplaba de levante con unos 17 nudos de intensidad, el día prometía las mejores condiciones para navegar.
Estamos ciñendo con toda la tripulación haciendo banda cuando de repente el barco vira por avante sin previo aviso. “Nos hemos quedado sin timón” grita el patrón. Instintivamente amollamos escotas y cambiamos el foque de banda. El barco empieza a arribar hasta trasluchar, ha tomado una inercia de giro que no podemos controlar. Intentamos acuartelar el foque para frenar la orzada, pero cuando casi lo conseguimos ya estamos de nuevo virando por avante. Y así hasta cinco vueltas.
Por suerte la tripulación ha mantenido la calma y nadie se ha puesto en la trayectoria de la botavara ni de la escota de mayor. Había que arriar las velas, pero no era fácil con el barco dando vueltas, al final conseguimos arriar la mayor con el barco más o menos proa al viento y aprovechando una pequeña encalmada. El foque fue más fácil, aunque lleva sables y tenía una vuelta al estay por la parte de arriba.
Me costó algún tiempo entender lo que pasaba, primero pensé que nos estábamos yendo de orzada porque el caña no podía controlar el barco, nos ha pasado alguna vez con olas y viento racheado. Al darme cuenta de que la frase “estamos sin timón” era literal y teníamos avería pensé en poner la caña de respeto, pero tampoco era la solución pues se nos había roto la pala. Para mí ha sido una situación nueva ¡Que sensación de impotencia! Hemos dado 4 o 5 vueltas sin ningún control. Recuerdo una rotura de guardines en otro barco, seguramente haría menos viento, pero pudimos arriar enseguida y montar la caña de respeto, con la que acabamos la regata. Nada parecido a lo de ahora.
El remolque
Había que volver a puerto y aceptar la idea de que se nos había acabado el Godó antes de empezarlo. Pude ver como alguno de los tripulantes escondía unas lágrimas de rabia. Estábamos frente al Port Olímpic con la costa a cerca de una milla a sotavento. La situación no era crítica, pero podía serlo al cabo de un rato, así que pedimos ayuda por radio a la organización de la regata. Vemos como algunos de nuestros rivales en la regata se acercan por si necesitamos ayuda. Queremos dar las gracias al Vértigo, que no se alejó de nosotros hasta estar seguro de que nos llevaban a puerto.
La organización de la regata nos avisa por la radio de que envían una embarcación a ayudarnos. Al cabo de 10 minutos vemos aparecer la semirrígida del balizador, hay bastante mar, así que la maniobra no va a ser fácil. Les pasamos un cabo y empiezan a remolcarnos hacia el puerto. Con la mar de popa el barco no para de hacer eses y dar tirones. Se nos acerca la neumática de los medidores y nos pasa otro cabo para ir tirando hacia atrás desde la popa con la intención de amortiguar las guiñadas. Y así llegamos hasta la bocana del puerto de Barcelona, a unos dos nudos de velocidad y después de romper tres veces el cabo de remolque. Allí nos espera otra neumática con dos marineros del Náutico, quienes toman el remolque y nos llevan hasta el club.
Conclusiones
A posteriori no sabría decir si podíamos haber actuado de otra manera para controlar la situación. Los momentos más difíciles fueron desde la rotura del timón hasta que pudimos arriar velas. Seguramente si hubiéramos soltado menos escota de mayor, el barco habría empezado a orzar antes de llegar a trasluchar, aunque no llegamos a soltarla del todo. Si hubiéramos evitado las trasluchadas todo habría sido mucho más fácil. Espero que no se repita la situación y no tener la ocasión de probar si da mejor resultado.
La solución que sale en todos los libros de hacer un timón de fortuna con el tangón y alguna de las panas del suelo, seguramente es factible si estás solo y en alta mar, pero nosotros sabíamos que en una hora o dos la deriva nos llevaría hasta la costa, así que preferimos no hacer la prueba de si funcionaría el invento.
Otra opción habría sido probar de gobernar con el remo de la neumática, que siempre llevamos abordo, pero ese día se quedó en tierra junto con la vajilla, las cervezas y algunos otros utensilios que consideramos que no nos ayudarían a ganar la regata.
Dentro de la desgracia de romper el timón tuvimos suerte de que no nos pasara en regata junto a otros barcos, y también de que nadie se hiciera daño.
La sensación de no poder hacer nada, de depender totalmente de los demás es muy desagradable y nos enseña a respetar al mar, que siempre tiene más fuerza que nosotros, incluso si vamos con tripulantes con experiencia y barcos bien preparados.
Agradecimientos
Hemos de destacar la habilidad y buen hacer marinero de Ricart Novell a los mandos de la semirrígida que nos remolcó, al igual que la de Aleix Ballester que nos ayudó a controlar el rumbo desde la neumática de los medidores. Sin olvidar a los marineros del Club Náutico, que nos remolcaron por el interior del puerto y resolvieron con maestría el paso a través de la pasarela del Maremagnum y por los canales entre los barcos amarrados en los clubs. Pasamos a dos palmos de algún barco y muy cerca de los hierros de la pasarela, toda la tripulación estaba preparada por si había que evitar un abordaje, pero nadie tuvo que poner una mano.
Por último, queremos dar las gracias al equipo organizador del Trofeo Conde de Godó. Cuando les preguntamos si por culpa de nuestro remolque se había tenido que retrasar la salida de la regata nos contestaron que muy poco, que para ellos lo primero es la seguridad de los participantes. Pero no solo la teoría es importante, el Real Club Náutico de Barcelona nos demostró que también saben llevarla a la práctica.
Pablo Zendrera